El agua fluía a través del riachuelo. Apenas cubría mis pies. Atravesándolo alcance la otra orilla. Mojarse fue inevitable. Con el calor estival en pleno apogeo agradecí el fresco contacto del agua. Una tortuga paseaba por la orilla. Un cangrejo fue la victima con la que decidió alimentarse. Continúe paseando mientras disfrutaba del paisaje.
El sendero se transformó en un camino pavimentado. Esa naturalidad tan escasa se rompió para retornar a la normalidad. Esos momentos de soledad eran necesarios, aunque solemos empeñarnos en lo contrario. Extraje el paquete de tabaco y una hoja de papel. Ya casi ni me costaba trabajo hacérmelos. ¿Demasiados?
Expulse varias caladas de humo antes de continuar. Por algún motivo hoy rebosaba energía. Demasiado tarde para darme cuenta los kilómetros desaparición bajo mis pies. Emprendí el regreso antes del anochecer. La luz del día seria mi guía. Una familia cenaba entretenida. Ocupados como estaban, mi presencia paso desapercibida.
Y de tanto que camine, consecuentemente me embelese y por lo tanto me extravié.
Carlos Flores Muñoz

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